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Ago 31 2022

El miedo a decir: Inseguridad, nerviosismo, inhibición y falta de claridad en lo que se quiere transmitir.

miedo a decirEl hombre no es más que la mitad de sí mismo. La otra mitad es su expresión.Ralph Waldo Emerson (1803-1882); poeta y ensayista estadounidense.

La sensación de miedo u otra emoción invalidante para el sujeto es un síntoma real que se traslada desde los pensamientos a la palabra. Quienes experimentan esta sensación suelen identificar cierta inseguridad, nerviosismo, inhibición y poca claridad en lo que se quiere transmitir.

El encuentro con otro siempre provoca una mínima ansiedad, mucho más si esto se da fuera de los vínculos conocidos, como espacios laborales, profesionales o incluso en personas que residen en un país del cual no son nativas (con más énfasis cuando los idiomas son diferentes).

El despliegue de la ansiedad y sus consecuencias sintomáticas va a depender de la seguridad interna de cada sujeto, de cómo se prepara psicológicamente para este encuentro y del posicionamiento en cuanto a la seguridad que traslada a la palabra – se puede estar sintiendo un torbellino de emociones sin que quien este frente a nosotros lo note.

La falta de control de la emoción que invade al sujeto en esos momentos dispara una ilación de pensamientos que provocan que la persona se sienta juzgada. Controlar el pensamiento puede ayudar a calmar la reacción de miedo, reducir la ansiedad y cortar la línea de pensamientos negativos.
Muchas veces el experimentar las sensaciones sintomáticas que se desatan en este tipo de situaciones hace que la persona opte por evitar cualquier tipo de exposición que conlleve interacción con personas que no son de su entorno, sin embargo eso no soluciona la situación de ansiedad y termina privando a la persona de crecimientos subjetivos en distintos ámbitos de su vida.

La evasión afecta la forma en que el sujeto ve la vida y limita las herramientas de resolución que deberían ponerse en juego para encarar el día a día.
El aprender a manejar la ansiedad y el lidiar con las situaciones de frustración que nos genera la interacción y la mirada de los demás es algo fundamental para el desarrollo de la seguridad subjetiva (autoestima).

Con el reconocimiento consciente del problema, el trabajo analítico y la práctica de algunas técnicas se logra aprender a controlar el miedo, los pensamientos y la respuesta que esa emoción genera en el cuerpo, disminuyendo de forma significativa el impacto del estrés que estas situaciones generan.

Escuchar al cuerpo es muy importante para cambiar el desarrollo de la emoción. El miedo genera una respuesta física que la cabeza interpreta. Esto quiere decir que ante una aceleración del ritmo cardíaco, sudoración fría, respiración acelerada, entre otras manifestaciones fisiológicas, nuestra mente interpreta que tenemos miedo. Si se logra identificar la sensación que se desata en el cuerpo y el disparador real que lo genera es posible controlar la sensación de miedo.

Hay que desafiar los pensamientos, llevarlos al plano racional. Hacer ciertos cuestionamientos ayuda a disipar algunas emociones. ¿Qué pruebas hay de que te pondrás en ridículo? ¿Es real que todos te están evaluando? ¿Por qué sería posible que alguien te esté juzgando?

Seguramente estas preguntas no tienen una respuesta certera, puede pasar que no esté el feedback que se busca en el público o en la persona, pero eso no es lo más importante, lo que importa es poder lograr el objetivo de la exposición o presentación con un discurso tranquilo, claro y la modulación adecuada del tono. Así se logra tener la atención del otro y que el mensaje llegue, mas allá de si hay una devolución o no de lo que se ha dicho.

El pensamiento repercute inmediatamente en lo que se siente, abordar las emociones que se dan en ese momento de forma racional, realista y con una modificación en la forma de pensar ayuda a superar el estímulo intenso e irracional que paraliza.

Usar la imaginación para disipar los temores es un muy buen recurso, experimentar imaginariamente las distintas situaciones posibles ayuda a vivenciar la experiencia, sentir la ansiedad que invade el cuerpo y la cabeza; al ser esto un recurso imaginario da la posibilidad de agregar información y preguntar ¿Cuál es la preocupación? ¿Cuáles son los resultados probables? Agregar asociaciones a los temores que surgen ayuda a disminuir los efectos que se presentan la vida real.

A partir de estas preguntas se logra imaginar un escenario distinto, introduciendo como principal disparador lo que nos gustaría que suceda. Esto es algo básico de control de ansiedad, no es algo que se logre sólo con el cambio de pensamiento, por lo que requiere un trabajo con la intervención de un Psicólogo para poder sacar del medio los complementos que podemos arrastrar de la crianza y experiencias de la vida.
Algunos cosas a tener en cuenta:

• Es importante mostrar entusiasmo y compromiso con respecto al tema que se expone. De ahí se obtiene como resultado la atención de las demás personas.

• Respirar hondo, ser consciente de la respiración es muy importante. Cuando se está nervioso la respiración es más corta y se acelera la necesidad de aire, esto causa que la tensión sea más visible.

• La práctica es una de las herramientas fundamentales. Cuanto más se practica, más seguridad se adquiere; esta práctica da confianza y permite una mayor concentración. En las situaciones imprevistas, donde no es posible la preparación, el hacer pausas en lo que se dice y ordenar el pensamiento ayuda a controlar lo que se está diciendo.

• Manejar bien la voz es de vital importancia, hay que tener en cuenta tres componentes: el volumen, el ritmo y el tono. Si estos componentes están en armonía se logra una sincronía que impacta en la atención de quienes escuchan.

• Manejar la gestualidad, generar empatía ayuda a que se dé la relajación tanto de quien expone como de quien escucha.

• Mantener el contacto visual se relaciona con el punto anterior, ya que sin contacto visual es imposible generar empatía, pero además el hecho de ver a las demás personas empáticas con lo que se está diciendo y atentas ayuda a disipar el fantasma del juzgamiento.

• Organizar mentalmente lo que se quiere decir. Muchas veces también ayuda tener un soporte real, ordenarlo no sólo en la cabeza sino también en un papel. Esto hace que la presentación tenga fluidez y no haya tiempos muertos innecesarios.

• Es importante que el mensaje sea claro y fácil de recordar, es necesario repetirlo en distintos momentos de la ponencia. Generalmente lo que más recuerdan las personas son los temas explicados con cierta gracia o con ejemplos de la vida cotidiana.

• Por último, es interesante buscar situaciones para hablar, grupos o personas, cuanto más veces se repita mejores resultados se obtendrán. La exposición reiterada a estas realidades hace más fácil el manejo de la ansiedad y el recordar cómo hacerlo.


Dic 2 2020

Consecuencias psicológicas del aborto espontáneo (entrevista Univisión)


Nov 20 2020

Terapia a distancia: ¿Cómo es?, y… ¿Funciona?

terapia a distanciaDesde hace varios años brindo atención psicológica clínica en consultorio, actualmente en la ciudad de Rosario (Argentina). Si bien atiendo pacientes en forma presencial, a través de este blog comenzaron a contactarme personas de lugares remotos manifestando interés en comenzar terapia a través de teléfono o vídeoconferencia, debido a que no contaban con un psicólogo en su localidad, o se veían imposibilitados psíquica o físicamente para concurrir a un consultorio, o preferían hacer terapia conmigo por una simple razón de elección. Mi respuesta inicial fue negativa, debido a que no estaba segura si se darían los requisitos necesarios para establecer una terapia que realmente funcione.

Sin embargo, algunas personas de otras ciudades y países comenzaron a llamar y casi sin darnos cuenta estábamos realizando sesiones de terapia a distancia que mantenían las características esenciales requeridas para que el proceso terapéutico funcione. De hecho, con algunas ventajas por sobre las sesiones presenciales. Luego de más de 10 años de experiencia realizando terapia a distancia, puedo concluir que este método es terapéuticamente tan eficaz como la terapia presencial en consultorio.

¿Cómo es el mecanismo de la terapia a distancia?

Junto a personas allegadas, con conocimientos específicos en Tecnologías de la Comunicación y la Información, hemos desarrollado un sistema integral de atención psicológica a distancia, utilizando Internet como base. Inicialmente, la persona consulta por e-mail, desde el formulario de contacto o por teléfono y se le suministra la información requerida. En caso que la persona decida establecer su primera sesión, se coordina un horario conveniente dentro de las opciones disponibles (que son más variadas que en consultorio presencial) al igual que la metodología de pago preferida, existiendo variedad de opciones de pago según la ubicación geográfica de cada paciente. Además se acuerda la forma en que se establecerá la comunicación, asistiendo técnicamente al paciente en caso de requerirlo.

La frecuencia usual de las sesiones es igual que en el consultorio, una vez por semana. La sesiones suelen tener una duración de 60 minutos.

Características y experiencias observadas

Elevado nivel de asistencia a las sesiones / Continuidad de la terapia

Durante el proceso de la terapia, en algún momento, a partir del trabajo de ciertos puntos claves, aparecen las resistencias. Una de las maneras en que el paciente las manifiesta en la terapia presencial es la cancelación o falta a las sesiones. Si bien estas resistencias son esperables, constituyen una postergación del avance del proceso analítico. Cuando hay resistencias, cualquier motivo es válido: Lluvia, frío, calor, quedarse dormido, problemas de tránsito, etc. En la terapia a distancia existen menos “excusas”; si la persona no hace la sesión generalmente es porque tiene motivos reales, que no tienen que ver con resistencias sino con acontecimientos eventuales. La continuidad hace que el progreso de la terapia se dé a mayor velocidad.

Flexibilidad de horarios

Brindo atención a pacientes en varios países con sus consiguientes diferencias horarias (desde Argentina y países limítrofes hasta países con diferencias de hasta 14 horas). Siempre se busca la manera de encontrar un espacio temporal conveniente. El tiempo de las sesiones es de alrededor de 45-60 minutos usualmente. Sin ser una regla, se intenta encontrar un horario fijo (mismo día, misma hora, todas las semanas). La razón de ello es generar una regularidad que no afecte la rutina de la persona con cambios semana a semana.

Idioma / Idiosincrasia

La terapia se realiza en español y apunta a responder tres tipos de demandas: (1) Personas de origen latinoamericano que han emigrado a otros países y necesitan comenzar una terapia, precisando un psicólogo que comprenda el contexto de su realidad anterior vivida en su país de origen y su contexto actual en otro país. En el proceso terapéutico se tiene que dar la expontaneidad del lenguaje, por lo que un psicólogo de origen latinoamericano tiene más posibilidades de comprender los giros idiomáticos, las bromas, el bagage cultural, etc. (2) Personas que emigraron a otros países y que luego de un tiempo van a volver (temporal o permanentemente) a su país de origen, lo cual puede causar crisis o revivir problemáticas no resueltas, que dejaron al partir. (3) Personas que residen en Argentina que por cuestiones de distancia, movilidad u horarios no pueden realizar sesiones presenciales en el consultorio.

Eficacia y eficiencia terapéutica

El objetivo funcional de la terapia se ve cumplido en las sesiones a distancia. Se crea el mismo contexto terapéutico que en el consultorio. La persona puede experimentar las distintas fases de la terapia, aún a través de la comunicación a distancia (procesos de contención, análisis profundo, regresión, etc.). Esto se da porque el cuerpo del analista es su voz, no importa si está o no presente físicamente. Es decir, la terapia a distancia, bien implementada, es tan eficaz como la terapia presencial, pero suele ser más eficiente debido a la continuidad citada anteriormente por el elevado nivel de asistencia a las sesiones.

Comodidad

El vehículo del psicoanálisis es la palabra, por lo que todos los elementos que permitan una mayor apertura y fluidez comunicacional son positivos para el proceso terapéutico. Es necesario que el sujeto se apropie del espacio de terapia. En la terapia presencial en consultorio, los pacientes buscan manipular el espacio brindado para lograr un “estado de confort” (algunos se quitan los zapatos, otros acomodan los almohadones, se sientan de determinada manera, etc.). Estando en su propio espacio, el proceso de apropiación ya está hecho.

Disponibilidad

En mi forma de trabajo habitual los pacientes tienen acceso a mi cuando lo necesitan (aparte de las sesiones habituales). Esta disponibilidad se mantiene en los pacientes en terapia a distancia. Los pacientes pueden comunicarse y, si la urgencia lo amerita, se puede coordinar una sesión extra para ese momento o ese mismo día. Esto hace que los procesos de contención sean más efectivos porque la demanda se resuelve en el momento. No tengo inconvenientes en que sea un día feriado en Argentina o un fin de semana.

Tecnologías utilizadas actualmente

  • Videoconferencia a través de Skype
  • Comunicación de voz a través de Skype
  • Videoconferencia de WhatsApp

Contactar para detalles


Jun 13 2020

¿Cuándo Acudir a un Psicólogo?

A partir del momento en que se desarrolla la palabra, aparece la personalidad humana. – Pierre Lecomte Du Nouÿ (1883-1947); biólogo francés.

¿Qué es un tratamiento psicológico?

Muchas veces nos cuesta tomar la decisión de realizar una consulta psicológica, el ritmo de vida actual nos lleva a estar constantemente expuestos a factores estresantes que impactan tanto en nuestra salud orgánica como mental y postergamos la posibilidad de buscar ayuda, contención o simplemente otra mirada acerca de las situaciones que no podemos llegar a solucionar solos.

Existen aún en nuestra época tabúes acerca de ir a un psicólogo, siempre está el estigma de ser tildado de loco, las opiniones de terceros en creer que no es necesario pagarle a alguien para que escuche, el no querer que otra persona sepa de nuestros problemas, entre varios otros.

Estas opiniones surgen del desconocimiento. El psicólogo profesional está preparado para escuchar desde otro lugar; al ser las situaciones que escucha ajenas a su vida, puede aportar un punto de vista objetivo desde su neutralidad, no es lo mismo contarle los problemas a un amigo o familiar, quien está involucrado sentimentalmente con uno y por lo tanto no puede ser objetivo en sus comentarios o consejos.

Un terapeuta no aconseja, este es otro de los errores clásicos que se perciben en las consultas. Las personas, en su desesperada búsqueda de una respuesta inmediata, erróneamente esperan de su psicólogo un consejo sobre qué hacer. Una vez iniciada la terapia, el trabajo analítico se basa en la estructuración de una especie de plan de acción que el profesional va diseñando según las necesidades de cada caso; esto le sirve al psicólogo como lineamiento para saber adonde va a apuntar el tratamiento y cuáles serán las intervenciones pertinentes al caso.

¿Qué es la terapia psicológica?

Muchos pacientes llegan a la primera consulta con el nerviosismo de no saber qué decir, si tienen que esperar a que el profesional le pregunte, o cómo y qué hacer.

Quien decida consultar a un profesional de la psicología debe despreocuparse de estas cosas y dejar que la entrevista se desarrolle con la mayor espontaneidad posible. El psicólogo está entrenado para posibilitar que el encuadre de la terapia sea el óptimo, de manera de lograr que la persona se sienta segura y logre de a poco distenderse. Esto es lo que en la clínica psicológica hemos dado en llamar transferencia.

La terapia psicológica se basa en la utilización de la palabra, su principal herramienta es la comunicación. A partir de estrategias terapéuticas se busca estimular en la persona el conocimiento de sí misma, posibilitando que encuentre los conocimientos que posee y los utilice para la resolución de sus conflictos; estos conocimientos ya formaban parte de la persona, sólo que estaban adormecidos. A partir de la terapia se va delineando un camino para que la persona pueda utilizar lo que posee y adquiera seguridad en su accionar.

La comunicación entre el psicólogo y la persona debe darse en un clima de plena confianza, donde los recursos son el habla y la escucha. Esto nos lleva a la necesidad de establecer un ambiente en el cual la persona sienta la confianza que puede decir todo aquello que le pasa, sin el temor de ser juzgado o sancionado. Este clima de confidencialidad, respeto y privacidad es imprescindible, ya que si no se da esta relación transferencial la terapia no funciona.

A partir de la terapia afloran las posibilidades de modificar conductas negativas, fortalecer la autoestima, restablecer las relaciones interpersonales, entre otras cosas.

Los beneficios de la terapia psicológica

En la terapia no sólo se obtiene la satisfacción de poder superar ciertos problemas, sino que también se aprenden nuevas formas de pensar, de escuchar y de afrontar la realidad cotidiana con otras herramientas. Los problemas y aquellas situaciones que generalmente causan malestar pueden ser resueltos desde una perspectiva analítica y sin la necesidad de llegar a los extremos de sentirse superado por la angustia, paralizado o con síntomas (insomnio, tristeza, problemas psicosomáticos, etc.). Los síntomas surgen cuando en la persona falta el recurso de la palabra, es necesario poner en palabras lo que nos pasa para así lograr tramitarlo psíquicamente. Se aprende a manejar la angustia y la ansiedad y afrontar de esta forma el estrés, la timidez, el miedo, superar inhibiciones, etc.

A partir del trabajo psicológico es posible encontrar alivio a situaciones de estrés, angustia, depresión, ansiedad, fobias, duelo, y en general cualquier trastorno psicológico.

Está demostrado que problemas de salud como la obesidad, bulimia, anorexia, enfermedades crónicas, problemas de piel, problemas gastrointestinales, entre otros, tienen en su origen una fuerte conflictiva emocional sin solucionar; a partir de la psicoterapia se logra un gran avance en la resolución de estos conflictos.


May 27 2020

Ataques de pánico… Pedir ayuda a tiempo

A cada día le bastan sus temores, y no hay por qué anticipar los de mañana. – Charles Péguy (1873-1914); escritor francés.

Hoy en día es natural escuchar que alguna persona conocida sufrió en algún momento un episodio de pánico, no vacilo en hacer público que yo misma los he sufrido. Ya no se toman como algo raro y las mismas personas que los han sufrido pueden enumerar los síntomas y lo que se siente cuando se vivencia un ataque de pánico.

Lo que no sabemos es que, como cualquier otra dolencia, la duración, frecuencia e intensidad de estos ataques va a depender mucho del momento en el cual pidamos ayuda y a qué tipo de profesionales acudamos.

Cuando uno sufre un ataque de pánico vivencia palpitaciones, elevación de la frecuencia cardíaca, dolor en el pecho, vértigo, mareo, náuseas, inestabilidad, dificultad para respirar, transpiración o escalofrío, sensación de ahogo, molestias abdominales, cosquilleo o entumecimiento en las manos, sensación de estar soñando o deformación de la percepción, terror. En pocas palabras uno se siente morir, se tiene la sensación que algo horrible va a pasar y que uno no puede evitarlo, la persona se paraliza.

Este episodio suele durar unos diez minutos aproximadamente, es acompañado por una enorme carga de angustia que muchas veces se libera a través del llanto y con un gran estado de tensión, es como si los mecanismos corporales que generalmente se ponen en funcionamiento ante una situación de peligro se disparasen inesperadamente y sin motivo alguno. Nos puede pasar en cualquier sitio: en el supermercado, en el banco, en la calle, haciendo compras, no hay sitio ni momento definidos que la persona pueda distinguir, es imposible anticiparlo, una vez sucedido se comienzan a vivir estos episodios con más frecuencia y son cada vez más intensos, lo cual preocupa no sólo a la persona que los sufre que, como medida de prevención hace un aislamiento y se queda en su casa buscando un refugio de los ataques, sino también al entorno familiar, llegando muchas veces a generar conflictos familiares y laborales.

El ataque de pánico tiene como base un trastorno de ansiedad, lo que dispara el ataque es la existencia de un estado de ansiedad y angustia inmanejables para la persona y, como en todo ataque, hay una situación específica que actúa como disparador. Hasta ese momento la persona más o menos se las arreglaba con su angustia, pero a partir de ese suceso desencadenante y tras haber sufrido el ataque de pánico es como si el propio cuerpo y mente dijeran basta.

Antes de llegar a estas situaciones hay señales de alarma; estas señales que emite nuestro psiquismo son pequeños desarrollos de angustia, los cuales generalmente dejamos pasar sin darles mayor importancia, pero estas señales se van incrementando si no se toman medidas.

El estar expuestos a malestares continuos de todo tipo (familiares, laborales, sociales) lleva a que se den episodios de este tipo; nos sentimos sobrepasados por las situaciones, no encontramos sentido a lo que hacemos, no podemos proyectarnos a futuro porque todo se ve desde el negativismo de sentirse vacío, solo y sin que nadie entienda lo que se sufre. Así es que nuestro margen de tolerancia se ve sumamente rebasado y nuestro YO cada vez más débil.

En estos momentos quienes menos pueden ayudarnos son los amigos o allegados; la persona que sufre estos episodios se siente incomprendida, su entorno tiende a minimizar lo que le pasa, dando consejos del tipo: “no te hagas problemas, salí a divertirte, distraete”.

Lo primero que se suele hacer al sentir estos síntomas es acudir a un médico clínico para descartar algún tipo de afección cardíaca o de origen orgánico. Una vez descartado todo lo que respecta a la clínica médica y al recibir la noticia de que no hay nada físico, llega la recomendación de iniciar un tratamiento psicológico, a lo cual muchos responderían: -”pero si lo que yo siento es corporal”. Así, progresivamente, comienza el camino de aceptación de que nos encontramos frente a un trastorno psicológico.

El tratamiento para este tipo de trastornos de ansiedad con episodios panicosos comienza con un respaldo farmacológico, seguido por un profesional psiquiatra y un tratamiento psicológico a la par. Es necesario que ambos tratamientos sean paralelos por un tiempo, ya que uno da la base para que pueda funcionar el otro. Es necesario comenzar con una medicación para bajar los niveles de angustia y ansiedad en la persona, ya que si se inicia sólo el tratamiento psicológico sin que el paciente esté medicado va a ser casi imposible establecer un trabajo analítico porque la persona se encuentra tomada por la angustia y sólo manifiesta síntomas, sin poder hablar.

Una vez que la medicación comienza a hacer efecto es más fácil para la persona hablar y realizar el tratamiento psicológico. A partir de la realización de estos tratamientos generalmente las mejorías son notorias en muy poco tiempo. Desde la terapia se educa al paciente en el manejo de situaciones de máxima angustia o ansiedad; así, cuando reaparecen los episodios de pánico, ya se sabe cómo actuar y manejarlos sin dejar que la situación lo sobrepase. La persona sabe que no se va a morir por esto y que con la ayuda de los profesionales indicados es totalmente manejable.


Feb 28 2020

La obesidad encarada desde la psicología

La obesidad es uno de los trastornos de la conducta alimentaria que se están viendo con mayor frecuencia en la clínica psicológica.

Nuestra sociedad nos “vende” día a día un modelo estético que está desvirtuado de la realidad argentina. Para ser un sujeto inserto en esta sociedad la cultura nos prohíbe ser gordo. El obeso es discriminado, pero a la vez se lo busca como sujeto de consumo; esta es una realidad que se ve a diario a través de los medios masivos de comunicación, los cuales promocionan desde productos light, aparatos de todo tipo y la receta mágica de bajar de peso sin realizar esfuerzos. Estas soluciones mágicas lindan más con la fantasía que con la realidad de los sujetos que padecen este tipo de trastornos; más que fomentar un ideal de salud apuntan a un ideal estético pocas veces alcanzable. Es más, diría inalcanzable.

Lo que no se tiene en cuenta es la realidad psíquica de las personas que consumen estos productos, que, ya cansados de lidiar con su sobrepeso y después de haber pasado por infinidad de dietas y especialistas, buscan desesperadamente una solución a su padecimiento, muchas veces poniendo en riesgo su salud integral, tanto física como psicológica.

Lo peligroso de estas estrategias de consumo es que ponen en juego, en el caso de las personas obesas, a sujetos con personalidades poco tolerantes a la frustración y en quienes un desaliento muchas veces puede ocasionar virajes emocionales muy peligrosos; sin el apoyo psicológico profesional los resultados pueden ser realmente lamentables.

En la clínica psicológica se ve a un sujeto que carga sus kilos demás con angustia y ese cargar además no es sólo de kilos, sino también de una gran conflictiva personal; sienten que todo el peso está sobre ellos y que así ya no pueden continuar. Muchas veces los pacientes están más identificados con su ansiedad y su relación con la comida que con sus problemas de fondo. Pero decididamente se está dando un cambio positivo en relación con lo que piensan las personas acerca de su sobrepeso, estamos viendo un estado de concientización de que los kilos demás no vienen sólo como consecuencia de un desorden alimenticio, orgánico o por atracones sin razón, sino que tras esa enmascarada, que es la gordura, hay un sujeto con conflictos psicológicos fuertes que necesitan ser trabajados.

En la obesidad, debajo de este observable sobrepeso mórbido, se esconde una conducta desviada en relación a la conducta sana esperable en el acto de alimentarse y tal desviación tuvo un momento de desenlace rastreable en la vida del sujeto. De esto se trata justamente la dirección del tratamiento inicial para todo paciente comprometido en resolver su problemática de sobrepeso; es el hacerse responsable y estar dispuesto a enfrentar sus propios miedos y “demonios”.

La obesidad está caracterizada por un cuadro sintomático de atracones con una variable preocupación por el tamaño y el peso corporal, y una fuerte sensación de pérdida de control. Posterior a esto aparece la ideación culposa (sensación de culpa).

Generalmente una persona con obesidad que decide iniciar un tratamiento ya ha pasado por un tortuoso camino lleno de avances y retrocesos en lo que es su lucha contra el sobrepeso.

El paciente consciente de su obesidad, durante el tratamiento, advertido de los riesgos para su calidad de vida, permite idear estrategias de abordaje clínico que se puedan vincular con la falta de inscripción de sucesos traumáticos no elaborados. Ejemplos de estos sucesos son: Duelos no tramitados, designaciones injuriantes familiares precoces, la discriminación y el uso de calificativos despectivos acerca de su cuerpo y de su persona que han empezado muy tempranamente y en el seno familiar. Así, el niño que padece un sobrepeso y es maltratado continuamente no sólo por sus pares, la sociedad total y sus padres, seguramente llenará su falta de contención con más comida y esto es lo que lamentablemente hace que el trastorno alimenticio se agrave con el paso de los años y cause consecuencias negativas tanto en el plano físico como psico-emocional, llegando a ver adultos con una desestimación total por su cuerpo, la autoestima totalmente rebajada, con el sentimiento de ser inservibles y pensando que así como son (gordos), no son nada (falta de valoración).

Esto es lo que vemos a diario en la clínica psicológica de lo que es uno de los trastornos de la conducta alimentaria más complejos, pero tratable…


Ene 10 2020

¿Qué son los Certificados de Aptitud Psicológica?

Los tests psicológicos son utilizados en diferentes ámbitos para evaluar la habilidad, la personalidad y el comportamiento de las personas. Un test se puede utilizar como parte de un proceso de selección en entrevistas laborales, para evaluar el desempeño de los niños en la escuela o de delincuentes en prisión.

Existen básicamente dos tipos de tests psicológicos: Tests de habilidad o aptitud, conocidos como medidas de rendimiento máximo, y aquellos diseñados para evaluar las capacidades personales, tales como personalidad, creencias, valores e intereses. Estos son conocidos como medidas de rendimiento típico o promedio.

Específicamente, los certificados de aptitud psicológica, conocidos comúnmente como “aptos psicológicos”, son emitidos exclusivamente por profesionales de la Psicología y confirman que la persona que lo obtiene se encuentra calificada psicológicamente para realizar las tareas por las cuales el certificado es requerido, a la fecha de emisión de tal certificado. Por este motivo, es usual que periódicamente, cada cierto tiempo, la evaluación y certificación deba volver a realizarse, según lo requiera la entidad solicitante.

Para obtener el certificado de aptitud psicológica se le realiza a la persona que lo solicita una evaluación diagnóstica. Los resultados de estas pruebas permitirán elaborar el perfil del sujeto y el correspondiente apto o no psicológico.

Se extienden certificados de aptitud psicológica, por ejemplo, para:

  • Ingreso a universidades o institutos de estudio.
  • Puestos laborales.
  • Portación y tenencia de armas de fuego (RENAR).
  • Intervenciones quirúrgicas.
  • Etc.

Psicóloga Pamela Arriola – Consultorio Rosario: Pte. Roca 825 – Piso 5 Consultorio 3 (entre Córdoba y Rioja) – Turnos: 0341-153-749267


Oct 4 2019

La explosión de ira, introducción al Trastorno Explosivo Intermitente

La razón trata de decidir lo que es justo. La cólera trata de que sea justo todo lo que ella ha decidido. – Séneca, Lucius Annaeus (4 a. C. – 65 d. C.); filósofo hispanolatino.

Durante los últimos tiempos se ha dado un incremento notable de consultas relacionadas con el control de la ira. En el consultorio se escuchan las personas describiendo situaciones en las cuales pierden el control (generalmente en discusiones que, a priori, parecerían poco significativas), llegando muchas veces a actos violentos que involucran a seres queridos o extraños, e incluso generándose daños a sí mismos (golpeando paredes, muebles, etc.).

Esta pérdida de control se relaciona con lo que en la clínica llamamos el control de los impulsos; quienes llegan a estas reacciones explosivas son personas con muy baja tolerancia a la frustración, incapaces de poner en palabras lo que sienten, que evidencian una gran desazón con la vida, poseen baja autoestima y que suelen presentar estados depresivos.

Son personalidades que se han forjado bajo la opresión del discurso como mandato supremo, sin lugar a cuestionamientos y han vivido mucho tiempo el malestar de la cultura en el cual todo se rige bajo la ley del “deber ser” sin dejar lugar al deseo. A todo esto se le suma el temor a no ser aceptado y quedar aislado por pensar diferente.

Se pueden diferenciar dos tipos de reacciones de este tipo: en la primera el sujeto, ante cualquier incidente de discusión, puede desencadenar un episodio de agresividad desmedida, en el cual se da tanto la violencia verbal como el impulso y/o la acción violenta, pasando después a un estado de ánimo deprimido y de culpa. En este “ataque”, como lo describen muchos de los pacientes, la persona reacciona de una forma excesiva con una ira descontrolada, experimenta una sensación de alivio durante el arranque de rabia y luego siente remordimientos y sentimientos de culpa por sus acciones.

Muchas veces la persona experimenta una amnesia del episodio violento, pudiendo sí describir el antes y el después. Este factor de pérdida de conciencia es un mecanismo defensivo puesto en juego con la intención de aminorar el peso de la culpa.

El después del episodio es sentido con una gran carga de angustia, culpa y miedo a ser rotulado/a como agresivo/a. En este caso la persona se hace cargo de la situación, se siente víctima de su impulsividad y sufre mucho cuando no puede controlar esa agresividad, sintiéndose muy avergonzada por ello.

El segundo tipo está compuesto por aquellas personas que manifiestan el mismo episodio violento, pero a diferencia del primer tipo no aceptan su responsabilidad subjetiva. En ocasiones pueden culpar a los demás alegando que fueron incitados, que no son ellos los violentos, que sólo se defienden ante los ataques de los demás, entre otras argumentaciones.

Este proceso de negación es una medida defensiva que los deja fuera de tener que pedir disculpas, pero al igual que en el primer tipo sienten culpa (no expresada) y manifiestan el estado de angustia.

La importancia del tratamiento psicológico en estos casos se centra en proveer al sujeto de las herramientas adecuadas para poder poner en juego los recursos simbólicos necesarios para establecer una relación sana con el otro. Esto se logra a partir de generar el control de sus impulsos y mejorar sus formas de comunicación.

A su vez, se hace imprescindible un trabajo de revisión para que la persona encuentre las causas de esas reacciones. Es importante que la persona conozca las herramientas psicológicas que le ayudaran a controlar esa impulsividad.

La base del tratamiento será aprender a reconocer las sensaciones y signos fisiológicos que se tienen antes de esos impulsos, detectar las situaciones que desencadenan la conducta agresiva y aprender a generar conductas alternativas.

Estos elementos que se abordan en la terapia ayudan al paciente a tener mayor grado de conciencia y control de sus accesos de ira, logrando así también mayor seguridad en la interacción social.


Jul 28 2019

¿Qué esperar de la terapia de pareja?

Una escena entre un hombre y una mujer tiene siempre tres versiones distintas: lo que dice el hombre, lo que dice la mujer y lo que realmente ocurrió. – León Daudí (1905-1985); escritor español.

Cuando una pareja decide consultar a un profesional para tratar de solucionar sus problemas conyugales, generalmente es la última opción que creen tener antes de la decisión de separarse.

Muchas veces los integrantes de la pareja esperan una solución mágica o que el psicólogo les diga exactamente qué hacer; desafortunadamente esto no es tan así. El trabajo no lo hace el profesional solo, sino la pareja, lo cual es bueno en el sentido que no se volverán dependientes del psicólogo a largo plazo para mantener una relación saludable; concluida la terapia dispondrán de herramientas que antes no conocían o que no utilizaban. La función del profesional es de encuadre del proceso y de mediación.

En este punto la relación ya ha llegado a un estado en el cual la comunicación se ha roto por completo y donde lo que más prima son los reproches, las culpas, las agresiones de todo tipo y sobre todo la egocéntrica posición de ver quién es el más fuerte de los dos. La convivencia se torna casi insoportable, aparecen sentimientos ambivalentes de amor-odio dados por las situaciones conflictivas que llevan a no poder discernir el sentimiento real por la otra persona.

Todo se encuentra muy movilizado desde la angustia, la bronca y el recuerdo de las situaciones en las que se sintieron agredidos por el otro. En esta instancia ya no se piensa en la otra persona, sino que por el contrario, cada uno busca resguardarse y protegerse desde su lugar; es como si hubieran desatado una guerra en la cual cada uno defiende su bandera sin importarle como impactan las palabras en el otro.

Pareciera que todo lo que en un momento los unió ha desaparecido. Aquella elección que hicieron inicialmente se vuelve confusa y se da un desencuentro tal que desconocen a la persona que tienen al lado.

Se escucha confusión y contradicción en frases como “quiero seguir, pero no así”, “ya no sé qué es lo que quiero”, “hace demasiados años que estamos juntos”, “quiero salvar la pareja por mis hijos”, etc. Al concurrir juntos a una sesión terapéutica manifiestan “lo que no nos falta es amor”, en las sesiones individuales contraponen “no sé si sigo enamorada/o”.

Esta confusión es algo a despejar en la terapia, pero para poder iniciar el trabajo terapéutico es imprescindible contar con el compromiso de ambas partes, la sinceridad con el profesional y sobre todo el estar abierto a escuchar y a aceptar.

En el inicio de la terapia es necesario hacer un trabajo de contención de cada una de las partes por separado; este trabajo es necesario para liberar la tensión y dar lugar a la queja. El hecho de poder poner en palabras lo que siente cada uno sin tener al otro al lado hace que la persona sienta que se saca una mochila de encima.

La metodología de iniciar el trabajo por separado tiene como finalidad estabilizar emocionalmente a cada uno, ya que después de tanto tiempo de tensión ambos se encuentran quebrados emocionalmente, cansados y necesitan liberar tensiones.

Luego de este proceso inicial se comienza a trabajar en el restablecimiento del dialogo perdido y en proyectar objetivos nuevos para la pareja, generando el reencuentro y la re-significación de los lazos que los unen.

El proceso de terapia no tiene un tiempo establecido, todo depende de cómo responde cada persona al trabajo terapéutico y de la funcionalidad de cada pareja en la terapia. Generalmente al inicio de la terapia, las parejas comparan sus experiencias terapéuticas con las de otras parejas, que muchas veces son las que les recomendaron ir a terapia. Aunque es bastante frecuente, ese tipo de comparaciones es erróneo: “Cada terapia de pareja es única para cada pareja”.

Es bueno poner expectativas en la terapia, pero también es importante entender que durante el trabajo se pasan por diferentes fases, momentos de avance, algunas veces de estancamiento y otros en los que parece que se ha producido una regresión a las mismas situaciones por las cuales consultaron al psicólogo. Todo lo antedicho es parte del proceso normal, lo importante es ser constantes y no creer que todo se derrumba ante el primer obstáculo. El trabajo toma tiempo, es paso a paso, hay que armarse de paciencia y no dejarse inundar por la ansiedad que las cosas se resuelvan de inmediato, sino que hay que entender que los logros duraderos se ven y se fijan con el tiempo.


May 2 2019

Trastorno de Ansiedad… Cuando nuestro cuerpo nos habla

ansiedadPasé más de la mitad de mi vida preocupándome de cosas que jamás iban a ocurrir. – Sir Winston Churchill (1874-1965); político inglés.

Habitualmente cuando decimos que estamos ansiosos nos referimos a la sensación de nerviosismo o preocupación que percibimos ante ciertas situaciones de la vida cotidiana.

Las señales de ansiedad son un conjunto de reacciones corporales que se presentan en las personas ante situaciones de temor. Este temor puede ser real o no; con esto quiero decir que la ansiedad hace que la persona se anticipe a la situación. Ese temor se percibe muchas veces como una amenaza o peligro ante lo que se podría presentar en un futuro. La persona ansiosa se preocupa demasiado por lo que puede llegar a suceder, lo que provoca que tanto el cuerpo como la mente experimenten sensaciones de nervios, insomnio, palpitaciones, entre otros síntomas.

Mientras la ansiedad sea sólo una señal de alerta y la persona sepa manejarla no hay mayores consecuencias. El problema se presenta cuando este síntoma se instala tan fuerte en la vida de la persona que ya se le hace imposible controlarlo y se llega al desborde, lo cual genera angustias masivas y cierto tipos de patologías como: fobias, ataques de pánico, procesos inhibitorios, depresión o enfermedades psicosomáticas que atacan tanto la piel como los órganos gastrointestinales.

Muchas veces se comete el error de confundir un proceso ansiógeno con una depresión. Si bien en la ansiedad se experimentan sensaciones de desasosiego y angustia, no se dan otros síntomas propios de la depresión.

Podemos decir que la ansiedad se vuelve un problema, una patología, cuando se convierte en el estado frecuente con el que se vive, se vuelve algo habitual. Esto es palpable tanto para la persona misma como para su entorno; la persona comienza a circunscribir sus actividades sociales y su vida al lugar en el cual se encuentra seguro. A su vez, los procesos ansiógenos llevan a que quien los padece tenga pensamientos negativos, su proyección de futuro sea oscura, posea baja autoestima y se rotule a sí mismo con la etiqueta “YO NO PUEDO”.

Al darse esta especie de paralización, los desarrollos de angustia son frecuentes. Si bien se lo escucha decir que quiere salir de esa situación, la inhibición es tan fuerte que sólo deja a la persona instalada en la queja y sin capacidad de accionar sobre la realidad. A partir del trabajo clínico psicológico, que muchas veces va acompañado por un tratamiento farmacológico, se va recobrando poco a poco la confianza en sí mismo y por lo tanto la posibilidad de actuar para cambiar.

Este tipo de trastorno está principalmente asociado a la forma en que una persona piensa acerca de sus problemas, cómo se dispone a enfrentarlos y las herramientas simbólicas de las que dispone. Posiblemente lo más efectivo, y sobre todo preventivo, es aprender a manejar las emociones, las sensaciones y los pensamientos.

Es ahí donde la ayuda de la terapia psicológica es importante; a partir de ella se aprende a lidiar con las situaciones de angustia manejándolas de manera que no causen males mayores; se trabaja con la autoestima de la persona haciendo hincapié en que toda situación que se nos presenta en la vida, por más terrible que nos parezca, tiene su solución y que cada persona en particular posee las herramientas para lograr la solución, sólo que muchas veces no sabe cómo utilizarlas.

La mejor manera de prevenir los trastornos de ansiedad es aprender a leer y decodificar los mensajes que nos dan nuestro cuerpo y mente. Las pequeñas señales de angustia y ansiedad son un alerta a tener en cuenta…


Nov 4 2018

Cuando un amor se termina… Duelo y pérdida

Pero por más que uno sufra
un rigor que lo atormente,
no debe bajar la frente
nunca, por ningún motivo:
el álamo es más altivo
y gime constantemente.

José Hernández (1834-1886); poeta argentino.

Es imprescindible hacer una aclaración inicial: cuando hablamos de proceso de duelo no nos referimos únicamente al estado emocional que se sufre tras la muerte de un ser amado.

El duelo es un proceso natural que se experimenta a partir de una pérdida significativa. Este proceso involucra lo psíquico, lo físico y lo emocional.

Esta situación de pérdida tiene que ver con el desprendimiento emocional del objeto o situación, por lo cual el proceso de duelo puede darse por la desaparición física de la persona amada (muerte), la finalización de una relación, un objeto o una situación.

No sólo se pierde el objeto amado, sino que se dan conjuntamente pérdidas personales relativas a nuestra construcción de la realidad de la que ese objeto era parte constitutiva (“…extraño cómo me vestía, cómo me preparaba, la grata ansiedad de los viernes, para salir a divertirnos…”). Se duela no solamente a quien se pierde, sino lo que se pierde de uno mismo en esa pérdida.

La persona siente una desazón profundamente dolida, pierde el interés por las cosas y personas que la rodean, pierde la capacidad de amar, experimenta una inhibición de toda productividad, cree que no puede trabajar ni realizar ninguna tarea intelectual, hay una gran desestimación por sí mismo, la persona se siente culpable, se autodenigra y cree ser merecedora del sufrimiento. Hay una entrega incondicional a la memoria del objeto amado.

Duelo y pérdida son términos que están íntimamente relacionados. El proceso de duelo variará según la relevancia de la pérdida. Al ser procesos subjetivos, es imposible estimar un tiempo de duración, por lo que será más o menos largo y más o menos doloroso según la capacidad psíquica que posea la persona para adaptarse a su nueva situación.

Durante el transcurso del duelo, se vivencian distintas etapas emocionales claramente identificables en las personas que pasan por la situación de pérdida de un objeto amado.

La emoción que se experimenta en el duelo inicialmente es negar la situación; este proceso de negación es un mecanismo psíquico defensivo de primera instancia que se da porque nuestro psiquismo se niega a aceptar la pérdida. A esta etapa le sigue el romper las ligazones psíquicas que había con el objeto y a partir de ahí se da la tramitación del duelo que lleva a la aceptación de la pérdida. Un duelo se da por tramitado psíquicamente cuando la persona es capaz de recordar aquello que se perdió sin tener una completa sensación de vacío, de que algo le falta a su propio ser (el vacío provocado por la pérdida se tiene que “completar” con una representación simbólica de lo perdido).

Vale comentar que en toda pérdida importante, el dolor más intenso, ese que desespera, no siempre es causado por la pérdida per se, sino por imaginar cómo hubiera sido la situación actual y la futura con la presencia de lo perdido. Recurriré al filósofo Parménides de Elea, quien desarrolló su trabajo hace unos 2500 años.

Parménides cuenta que tuvo una experiencia (una epifanía; no aclara si fue un sueño, una visión o qué; pero sea como fuere le resultó estremecedora, reveladora, iluminadora; fundamental en su pensamiento filosófico posterior). Dice que fue llevado en un carro tirado por dos yeguas y acompañado por las hijas del sol hasta la presencia de una diosa sin nombre, que le recitó el texto que aparece en su Poema de Parménides.

Habló la diosa y le presentó dos caminos que representan, según ella, las dos maneras únicas de pensar:

Camino 1: «El que es y no es posible que no sea». Este es el camino de la Persuación que acompañana a la Verdad.

Camino 2: «El que no es y es necesario que que no sea». Camino imposible de recorrer, contradictorio, impracticable, inexcrutable debido a que no se puede conocer lo que no es.

Según parece, en base a la inspiración de esa experiencia, Parménides enunció posteriormente su principio de identidad (del que se deduce el principio de no contradicción): «lo que es, es, y lo que no es, no es». Así de simple y obvio, pero Parménides entiende que los mortales olvidamos eso recurrentemente. Confundimos lo que no es con lo que es (y viceversa). Intentar transitar el Camino 2, ese sendero de ignorancia según las enseñanzas de la diosa, que debería ser imposible siquiera de pensarse y de nombrarse, lleva a situaciones que, en realidad, no son más que ilusiones, a la desorientación, a la regresión, a la nada…

Con esta alegoría que entremezcla resumidamente el pensamiento de Parménides con algunos aspectos del duelo, pretendo dar a entender que, por más que parezca evidente, debemos comprender que el camino hipotético de la presencia de lo perdido (de lo que ya no es y no volverá a ser) es un «no-camino», que nos hará malgastar tiempo, nos perderá en la oscuridad de la ilusión y no sólo impedirá que transitemos el “camino de la verdad” (duelo normal), sino que nos sumirá en pesares aún mayores que la verdad misma. ¡Aunque por momentos nos sintamos fuertemente atraídos, hay que huir de esas ilusiones, de esos cantos de sirena que nos llaman hacia la destrucción!

Otro matiz del recorrido incorrecto del duelo consiste en pensar obstinadamente qué hubiera sido si en lugar de aquello se hubiese hecho esto otro, si tal o cual modificación de decisiones o de sucesos pasados hubiesen incidido para torcer un desenlace, y así pueden aparecer culpas tan dañinas como fútiles. ¡Basta, aquí también! «lo que es, es, y lo que no es, no es».

Una persona, sea adulto o niño, puede pasar por varios procesos de duelo en su vida como, por ejemplo, la muerte de una mascota, la muerte de un ser querido, divorcios, pérdidas de empleo, mudanzas, entre muchas otras situaciones.

Cuando el duelo se prolonga más de lo recomendable, según sea la situación, hay que tener cuidado y estar atentos a pedir ayuda, ya que si se pasa la barrera del duelo normal al patológico el precio subjetivo a pagar es muy caro.

Es indispensable saber que en estos procesos la ayuda profesional puede brindar la contención y confianza necesarias para poder hablar del tema agotando la angustia y así poder hacer el sufrimiento soportable, encaminando hacia el pronto desenlace del proceso sin llegar a los extremos patológicos.

No hay que tener miedo ni vergüenza para decir lo que sentimos, tenemos que entender que todos somos sujetos y que todos en algún momento de nuestra vida hemos pasado o vamos a pasar por estas situaciones de dolor agobiante.


Oct 25 2018

Las nuevas tecnologías, su uso y abuso

La ilusión vale cuando la realidad la toma de la mano. – Anónimo.

Hoy en día el acceso a nuevas tecnologías es cada vez más sencillo y no está restringido a quienes poseen poder económico. El beneficio que nos brindan está en la posibilidad de acceder a herramientas que abren un abanico de posibilidades para quienes sepan aprovecharlas (tanto intelectuales, laborales y comunicacionales). Pero a su vez existe una contracara de este acceso, su doblez está negativamente ligado a su mala utilización que lleva al desarrollo de sintomatologías peligrosas, ligadas a situaciones de abuso y dependencia.

El acceso ilimitado a Internet, la generación de redes sociales, chat, celulares de alta gama que permiten estar conectado todo el tiempo se esté donde se esté, la generación del WI-FI… Todo esto está provocando que el sujeto prescinda cada vez más del contacto cara a cara. Todo es virtual, y es ese virtualismo el que lleva a que muchas veces sea difuso distinguir entre lo real y la fantasía.

Lo virtual deja la puerta abierta al anonimato, detrás de un mensaje se esconden muchas veces personalidades que en la vida social cara a cara no son como en el chat; se tapan miedos, inhibiciones, timidez y quien quizás en su vida diaria no es capaz de decir o hacer ciertas cosas, a través de una cámara web se anima a todo, pero se anima porque, si bien se está mostrando, en realidad no muestra su verdadero yo, lo que hace es actuar un papel para seducir.

Este mostrar deja desnudo al sujeto, se puede ver y dejarse ver en plena intimidad, sin muchas veces tener en cuenta los riesgos que conlleva el mostrarse. Es así que le estamos dando la posibilidad que, entre tanta gente anónima que “creemos conocer”, se mezclen también aquellas que utilizan este medio para la satisfacción perversa más pura, topándonos algunas veces con patologías peligrosas como la pedofilia, el voyerismo, las incitaciones suicidas y los falsos consejeros que manipulan a la persona para que realice actos en favor de sus propios deseos.

La fantasía, el engaño, la ilusión-desilusión y el falso acompañamiento son algunas de las negativas del mal uso de las tecnologías.

El riesgo es el alcance. Tanto niños, adolescentes y adultos que no están psíquicamente estables o preparados para comprender que este medio de comunicación virtual sólo debe servir como una herramienta más. Cuando se utiliza la tecnología con el fin de establecer relaciones sociales sólo por estos medios, aislándose de la sociedad, es ahí donde se da el equívoco y la persona se vuelve cada vez más dependiente del aparato, dejando de lado su vida cotidiana, muchas veces perjudicándola en sus distintos planos (social, laboral, familiar, etc.). Todo lo que a la persona le suceda, sienta o piense va a pasar por los comentarios de estos amigos virtuales. Se utilizan sin medir las consecuencias de cómo pueden impactar en el otro expresiones de deseo y elogios, que llevan a vivenciar situaciones que lejos están de lo que real; lo que quizás en la vida nos ha llevado años y años construir, en lo virtual sólo lleva semanas o meses.

Con el uso irresponsable de estas tecnologías se corre el riesgo de creer que esto, que está más cerca de la fantasía, se convierta en la realidad de la persona y el desengaño o la desilusión tan común en este medio pueda acarrear consecuencias catastróficas para quienes han depositado su confianza en él.

Debemos estar atentos tanto con nuestros hijos como con nosotros mismos, ya que muchas veces sin darnos cuenta caemos en la tentación de lo que la vida virtual nos ofrece, el facilismo, la inmediatez de alcanzar todo lo que queremos desde la tranquilidad de nuestro hogar y la dudosa promesa de felicidad, en las cuales se mezclan desde la idea de encontrar al amor anhelado hasta el amigo más compresivo.

Debemos promover el uso responsable de las tecnologías con la idea de hacer un principio de realidad y saber que estas herramientas comunicacionales nos acercan, pero siempre va a ser más seguro el lazo comunicacional establecido y fortalecido a través de conocer a las personas no sólo en la comunicación verbal o escrita, sino también en la comunicación no verbal (gestos, miradas, posturas, etc.).

Si comprendemos y aplicamos el uso consciente de las nuevas tecnologías, vamos a poder disfrutar de herramientas muy útiles, pero siempre con los pies en la tierra y sabiendo que en la vida las cosas no se dan a la velocidad de una conexión de Internet. Es bueno tener la satisfacción de conseguir lo que queremos con esfuerzo, eso es lo más gratificante…