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Dic 2 2020

Consecuencias psicológicas del aborto espontáneo (entrevista Univisión)


Ene 15 2018

¡Ayuda! ¿Qué hago con mi hijo que no puede rendir exámenes?

A menos que creas en ti mismo, nadie lo hará; este es el consejo que conduce al éxito. – John Davison Rockefeller (1839-1937); industrial estadounidense.

Esta temática preocupa tanto a los padres como a los jóvenes. Los chicos se sienten demasiado presionados por cumplir socialmente con una expectativa que han puesto sobre ellos, ante la cual no pueden actuar y sus padres sienten incertidumbre con lo que les pasa.

Ante esta realidad, bastante frecuente por cierto, surgen multitud de interrogantes en el joven: ¿Qué es lo que realmente quiero hacer?, ¿Elegí la carrera adecuada?, ¿Tendré la capacidad intelectual para esta carrera?

Los padres desorientados comienzan a buscar explicaciones, se preguntan si es desgano, apatía, si se han mezclado en grupos de amigos que “los llevan por mal camino”, si están consumiendo drogas, etc. Todos estos temores en los padres se acrecientan aún más cuando el joven se ha ido a estudiar a otra ciudad y ellos pierden un poco el control sobre lo que está haciendo.

Lo primero que hay que dejar en claro es que ante la situación de no poder enfrentar un examen se juegan miedos, incertidumbres y ansiedades que hay que aprender a manejar. El principal motor para no querer enfrentar estas situaciones es el miedo al fracaso.

El cambio de la vida escolar a un ámbito universitario o terciario es vivido muchas veces como traumático, ya que las cosas son muy diferentes; al ser cursos más concurridos con compañeros nuevos se llega al anonimato, las posiciones de los docentes son más rígidas y neutrales, eso hace que algunos jóvenes se sientan desolados, inseguros, con temor a preguntar para no hacer el ridículo e incluso los abruma la cantidad de material nuevo a aprender.

Muchas veces estas actitudes de apatía o desgano vienen enlazadas a un discurso familiar en el que prevalece la actitud crítica e inhibidora. El joven, al no poder desprenderse de este discurso crítico, lo que hace es trasladarlo a todos sus ámbitos sociales y siente que siempre está en falta. Una aclaración importante es que este discurso es necesario y no es para nada nocivo, sólo que el joven lo toma de una manera sobredimensionada, siente que carga una mochila muy pesada sobre él y es a partir de esta acción de no rendir como muestra su rebelión contra esa mirada juzgadora de los demás. Obviamente este es un proceso puramente inconsciente, ya que no lo hace disfrutando de esta situación, sino todo lo contrario, lo sufre porque recae sobre él todo el sentimiento de culpa por no poder cumplir ni con él ni con los demás.

Este tipo de procesos pueden darse en el inicio de la carrera, a veces se da cuando ya hay varios años cursados y otras veces cuando ya son pocas las materias que le faltan rendir para graduarse.

El trabajo clínico que se realiza con el joven que enfrenta esta situación problemática es inicialmente fortalecer la confianza en sí mismo para que a partir de ahí pueda despejar qué es lo que le pasa, se derriban los mitos acerca de las carreras, materias o los profesores “monstruos” que tanto inhiben al estudiante y se intenta que de a poco pueda relativizar los comentarios de los demás. Todo esto se circunscribe a un desconocimiento propio de cuáles son las capacidades y herramientas que posee para afrontar esta realidad, es una falta de confianza en sí mismo.

Desde luego desde la clínica psicológica se tiene en cuenta principalmente el diagnóstico, si sólo es una cuestión de inseguridad o si la persona está pasando por un proceso inhibitorio más complejo, también son factores a tener en cuenta el desarraigo, los lazos sociales, posibles situaciones traumáticas que no han sido tramitadas en su momento, duelos o pérdidas amorosas, etc.

Todo esto es superable a través del trabajo psicológico comprometido, con esto quiero decir que de nada sirve llevar a un joven con un psicólogo si aquel no está convencido de que necesita ayuda. La decisión final y la efectividad de la terapia dependen fundamentalmente del joven.


Sep 23 2017

Síndrome de Alienación Parental (SAP)

Lo que se hace a los niños, los niños harán a la sociedad. – Karl Mannheim (1893-1947); sociólogo alemán, de origen húngaro.

Se denomina así al conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual uno de los padres, mediante distintas estrategias, manipula y transforma la conciencia de sus hijos con el objetivo de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor.

Existen hoy en día distintas conflictivas familiares que llevan a que los hijos queden en situaciones de vulnerabilidad cuando se da la ruptura de la pareja, muchas veces se realizan entre los adultos acuerdos que dejan de lado la necesidad de los hijos, siendo estos sometidos a una decisión que en la gran mayoría de los casos en corto o largo plazo generara distintos síntomas.

Cuando la pareja decide disolverse, inicialmente debería tenerse en cuenta que el duelo de la separación no sólo lo padecen los adultos que conformaban la pareja, sino que también lo sufren los hijos. El aislamiento de uno de los padres, la separación abrupta, el cambio en la cotidianeidad, el cambio de casa, son algunas de las situaciones traumáticas a las cuales es expuesto el niño y ante las cuales no puede decir nada, lo que lo pone en situación de rehén.

Al no tener las herramientas simbólicas que poseen los adultos para enfrentar su realidad y al no poder decir por su inmadurez, su única forma de hacer notar su malestar y hablar es través de actos, a partir de la manifestación de síntomas. Muchos padres piensan que un niño hace síntomas solo por ser niño y que esto es algo que está dado por circunstancias que tienen que ver con la niñez; lo que en muchos casos no quieren ver es que un niño actúa la novela familiar, el niño es un emergente de la problemática familiar, él es quien pone su cuerpo y a través de los síntomas habla de su malestar.

Los hijos que padecen este síndrome desarrollan un odio patológico e injustificado hacia el progenitor alienado (es quien recibe los agravios), lo cual provoca un deterioro de la imagen que el niño tiene del padre alienado y genera que para el pequeño esa figura parental sea de poco valor sentimental y social, no se siente orgulloso de su padre/madre como los demás niños. A partir de esto negará todo lo referente a esa persona. Esto no provocará daños físicos en el niño, pero tiene consecuencias devastadoras para el desarrollo psíquico.

Este síndrome está considerado una forma de maltrato infantil, existen antecedentes judiciales en los que la justicia ha actuado contra dicho maltrato, que generalmente es causado por madres separadas movidas por el sentimiento de despecho o venganza hacia el padre de sus hijos.

Algunos de los indicadores para poder detectar síntomas del síndrome de alienación parental son:

  • Impedimento por parte de uno de los padres de que el otro progenitor ejerza sus derechos de convivencia con sus hijos (no permitir que el padre/madre vea a sus hijos).
  • Desvalorizar e insultar al otro progenitor en presencia del hijo, tratando cuestiones de pareja que nada tienen que ver con el vínculo con los hijos.
  • Implicar al propio entorno familiar y a los amigos para que ataquen al ex cónyuge.
  • Subestimar o ridiculizar los sentimientos del niño hacia su padre.
  • Incentivar o premiar las conductas despectivas o de rechazo hacia el padre/madre.
  • Influir en los niños con mentiras sobre el otro progenitor al límite de generar miedo en el niño.

Los niños que sufren este tipo de maltrato quedan indefensos e incapacitados para ayudarse a sí mismos, sólo les queda esperar a que los padres resuelvan sus problemas y así quedar liberados. Si el problema entre los adultos se prolonga demasiado en el tiempo o incluso no se resuelve, el niño queda abandonado y crece con pensamientos disfuncionales; esto refiere a que no sólo está el hecho de que el niño no podrá establecer relaciones positivas con el progenitor alejado, sino que también sus propios procesos de razonamiento serán llevados hacia patrones psicopatológicos.

Los niños sufren y relacionan sus frustraciones con pensamientos o recuerdos asociados al padre/madre alejado, así desarrollan a medida que pasa el tiempo una tendencia a proyectar toda su negatividad psicológica sobre la imagen de este progenitor, lo que termina por destruir la imagen y a la larga la relación.

Hay que entender que la disolución de la pareja no tiene por qué generar patologías en los hijos; si ambos miembros están de acuerdo con la separación, es imprescindible que tengan en cuenta que quienes dejan de tener un vínculo afectivo son sólo ellos, esto no tiene que darse también con los hijos, sino todo lo contrario, es necesario que busquen la forma más saludable tanto para ellos como para los hijos de llevar a cabo el proceso de separación. Dar lugar al diálogo y promover la relación entre los integrantes de la familia y no que sea una ruptura traumática. En lugar de dejarse llevar por los sentimientos de venganza y despecho, los adultos deben pensar en los hijos, en el impacto emocional y en las consecuencias posteriores para el desarrollo del niño.

Muchos padres se escudan bajo el mito de que un niño por ser pequeño no entiende o que por ser precario su lenguaje no es capaz de darse cuenta de las situaciones de agresión. Está demostrado a través de estudios científicos que los niños aún en su vida intrauterina son capaces de diferenciar las distintas situaciones de estrés y angustia a las que está expuesta la madre, eso genera una marca emotiva en el bebé que luego de nacido si vivencia situaciones de agresión tanto físicas como verbales, quedando en el medio de discusiones entre los padres y siendo usado inconscientemente como objeto, como escudo para dañar a uno de los padres, enlazará la situación actual vivida a esa primera marca emotiva , reaccionando muchas veces con llanto o nerviosismo y angustia.

Cuando se decide romper los lazos de pareja es interesante que los progenitores se den la posibilidad de buscar una orientación profesional de cómo llevar a cabo la separación sin que esto afecte negativamente a la familia, ya que como hice referencia anteriormente lo que se disuelve es la relación de pareja, no los lazos de familia, los cuales pueden continuar sin ser conflictivos.